Después tenía varios alumnos de clases de apoyo en general y... bueno, fue un año normal. Lo especial llegó cuando terminó el curso y comenzamos la escuela de verano en casa.
ESCUELA DE VERANO
Eran 6-8 niños de entre 11 y 13 años. Para ellos preparé una programación ambiciosa que llevaba una parte de repaso general, otra de inglés, otra de juegos lúdicos y otra de ejercicio y juegos al aire libre.
En este mes, descubrí qué hacer y qué no hacer en una escuela de verano.

Así, me di cuenta, que los padres, lo único que hicieron fue transmitirme el miedo que tenían ellos y yo, en vez de darme cuenta y percatarme de la situación, accedí, poniendo a los niños en segundo plano. Al entrar en materia, me di cuenta de mi fallo y para no dejar los libros sin completar ni cansar a los niños, llevamos la programación a la mitad de contenidos y aumentamos la parte lúdica. Les gustaba y motivaba. Aproveché para trabajar su rama artística, que parece que en primaria se va olvidando....Y no me refiero a aprender a dibujar un bodegón, si no a darles pincel, pinturas, esponjas, rodillos y una cartulina, para que creen y construyan en ese folio con todo el material, lo que les surja, que expresen y desbloqueen conflictos internos.
Concluí, que hay que tener cuidado de no imponer a los niños las consecuencias de los miedos de los padres y hay que saber explicarles la situación según la ves como profesional. También, que en verano, la parte académica es algo ligero y que ha de primar el ocio, el agua y el sociabilizarse... ya que las mejores aventuras con amigos nuevos, son siempre en verano.
Durante esa escuela de verano empecé una nueva aventura que aún casi 2 años después, aún sigo en ella y que me ha aportado mucho. Os la cuento en la siguiente entrada ;P
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